#15. Todo el mundo sabe de todo
Aparece gente cuestionando [tu] metodología (siempre respetuosa) y proponiéndote otras formas de trabajar sin tener repajolera idea.
Hay un gran peligro en el “todo el mundo sabe de todo”. Lo veía en marketing y publicidad, lo veo con perros, y también con la Eurocopa y la política internacional.
El vecino no tiene ni puñetera idea de hacer un logo, pero ahí está diciéndote que el palito lo haría más fino, o más gordo, o con la letra en un verde menos “color pera”.
Y esto es algo que, cada vez, tolero menos.
No me malinterpretes.
Un cliente, un amigo, un vecino pueden (y deben) preguntar, dar su opinión, incluso tratar de hacerte ver un error (siempre que sus razonamientos tengan una base). Todos cometemos errores, y el buen profesional entonará el mea culpa también.
Lo dicho: todos cometemos errores.
Claro que sí.
Pero las profesiones no se aprenden por “ciencia infusa”, nunca, y suele haber mucho esfuerzo detrás.
Ciencia básica y ciencia aplicada
Justo (estos días) estoy preparando una entrada sobre la distancia entre la ciencia, sus problemas fundamentales (lo que conocemos como ciencia básica) y su aplicación (ciencia aplicada). La diferencia entre estudiar a los coronavirus para saber qué leches eran y fabricar una vacuna ARNm.
Esto, nos “obliga” a hablar de autocontrol, en lugar de respuestas autocontroladas (frente a impulsivas), o de generalizar, cuando quizá tendría más sentido hablar de discriminación de estímulos.
Tiene sentido no usar siempre esta terminología, yo te lo compro (otros, quizá no).
(Casi) nadie quiere oírme hablar de psicología del aprendizaje o etología. Si salen estas cuestiones, me “callo la boca” y ni mu sobre condicionamiento clásico, operante o conductas de elección cuando voy a trabajar a sus perros. La transferencia pavloviana instrumental, me la guardo para mi tiempo libre; y los marcadores de comportamiento, también. Te ofrezco una amalgama adaptada, simplificada, reducida, con muchos ejemplos, y creo que hago de p*** madre (o me hubiese muerto de hambre).
Quieres una visión profesional que te pueda facilitar la vida.
¡Obvio!
El análisis funcional o las cadenas conductuales que las haga el tío al que pagas, sea un etólogo, un educador canino o tu psicóloga.
Eso no me gusta nada, pero nada
Sin embargo, estas últimas semanas, estoy asistiendo (con mucho calor, ¡encima!) a un fenómeno que no me gusta nada y para el que ya no tengo paciencia. En un porcentaje bajo, eso sí (aunque no tan bajo como me gustaría), aparece gente cuestionando metodología (siempre respetuosa) y proponiéndote otras formas de trabajar sin tener repajolera idea de psicología, ni de perros, ni de nada relacionado.
Gente que te cuestiona, por ejemplo, que su perro que no ha salido a la calle en años y muestra conductas reactivas, empiece trabajando una mínima obediencia funcional y unas bases de paseo:
“Tú mételo en las Ramblas, que así aprende antes.”
Hablan de inundación, aunque no lo sepan. Y mal hecha, además.
Otros que no entienden para qué vamos a crear una estructura de juego, o un vínculo, o un ejercicio concreto para trabajar un problema o una necesidad de esa familia.
Y ¿sabes lo bueno del caso? A mí ME ENCANTA EXPLICARLO, pero, ¡claro!, la explicación no encaja con la idea que tienen en mente. “Mi cachorro destroza la casa al quedarse solo, ¿por qué voy a acostumbrarle a no poder estar encima de mí todo el tiempo?” Y se lo explicas, y planteas distintos ejercicios de tolerancia, y distancia, y tiempos, sabes que ese trabajo suele estar condenado.
Si no confías, quizá no es conmigo
Porque, cuando contratas a un profesional, hasta cierto punto, tienes que confiar en que están haciendo lo correcto. Esa persona tendrá que mostrarse digno de confianza también, y explicarte el porqué de los ejercicios, ajustar tus expectativas, darte un empujón de confianza y resolver mil y una dudas.
Pero si te dice que dejes de darle tirones a tu perro (porque estás habituando a los tirones, o peor, e incluso reforzando la conducta de tirar: y que dejes de maltratar al perro, si eso también) o que no hay que meter la mano en la boca a tu cachorro cada quince segundos, la experiencia le avala.
Si no confías, quizá no es conmigo. Y este último año, me he permitido mucho algo que me había prohibido demasiado decirle a las familias:
“Aquí no es, pero no porque lo digas tú, sino porque así lo decido yo.”
Al final, toca valorar qué quieres (cuando contratas a alguien), si a un cuñado que te diga lo que quieres oír o a un profesional que te acompañe y solucione el problema.
¿Conoces mi cuenta de Instagram?
Este es un buen ejemplo del contenido que encontrarás por allí (¡siempre divulgativo! ;-))