#6. Entre dos tierras
Como la canción de Héroes del Silencio, pero con perros, educadores y malos rollos.
¡Hola! ¿Cómo llevas este calor? Estos días, yo estoy haciendo autocrítica (y sudando). En mi vida, y en mi trabajo. Y he vuelto a ver que hay una guerra en el mundo canino entre los que quieren centrarse en entender a los perros y acompañarles y aquellos que pretenden que los perros se adapten a las familias, y las familias a sus perros. Parecen objetivos complementarios, pero no (para todos).
Como todas las guerras, suele escalar. Y te encuentras a muchas, muchísimas cuentas criticando a los compañeros conductistas y cognitivistas, mientras, a su vez, los otros señalan, a menudo, la falta de un plan de trabajo o de verdaderos resultados.
Entre las conclusiones que saco, la primera es que no gana nadie (en todo caso, los que siguen maltratando animales y vendiendo soluciones-milagro), y que agarrarse con uñas y dientes a un extremo no es algo bueno, ni sano; que si tienes que faltar al respeto a un compañero (con mensajes como “del conductismo también se sale” o “perrimamis y perripapis”, por nombrar un par de tonterías), te faltan razones.
Si me pongo en la piel de una familia, lo último que quiero es un escenario entre dos tierras, como la canción de Héroes del Silencio, que se discuten por las cuatro cosas que los separan, y no por las quinientas mil que los acercan. (Mira: como la izquierda en este país…) ¿Mi fórmula? Respetar siempre a los compañeros, señalar con orgullo las virtudes de mi método (y, si es necesario, mencionar con educación mis desacuerdos con terceros) y que los resultados hagan el resto. A mí, siempre me ha funcionado. Con autocrítica, para seguir creciendo.